El Silo
Qué abandonado tengo ésto...
Lo cierto (como muchos sabréis) es que he estado centrado en un trabajo. Concretamente en la decoración de un bar.
La cosa parece mucho más simple de lo que en realidad es. No es el primer bar que llenamos de madera y espero que tampoco el último. Pero éste tiene algo especial: es el bar de mis amigos.
No, no es que mis amigos reciban mejor trato que los demás (o sí), pero conozco de primera mano la historia de éste establecimiento, y sé que los que han promovido la idea llevan moviéndose más de tres años para conseguir inaugurarlo.
Parece increible, pero hoy en día es bastante complicado alquilar una antigua cuadra, que anteriormente era un almacén de trigo, y convencer a las autoridades competentes que no repararás en gastos para convertir esa estancia en una bodeguita coqueta y acojedora, restaurando y recuperando sus antiguas bóvedas, limpiando de tierra sus paredes de piedra, y respetando todo lo que tenga más de cincuenta años de antiguedad.
Esta gente tiene un talento especial para convertir un edificio olvidado en un establecimiento de éxito, con una decoración acertada, y que acaba siendo frecuentado asiudamente por todo el aficionado a la hostelería. Lo cierto, es que además de talento, poseen muchas otras virtudes entre las que se encuentra, como és natural, la entrega, el trabajo y todas esas cosas que son atribuidas a líderes políticos.
Además tienen a Rosa.
Pocas veces una palabra tan corta ha significado tanto. Rosa, como no podía ser menos, es la decoradora.
No es complicado trabajar con ella, lo cierto es que se trata de una persona encantadora, con una paciencia infinita y un gusto especial a la hora de realizar su tarea... pero como es natural, para obtener resultados óptimos, hay que adaptar sus gustos a los materiales que hay que utilizar y a la forma de trabajarlos, adivinar sus intenciones, traducir su lenguaje de revista "casa y jardín" al idioma que se utiliza en mi gremio, hacer muchas pruebas, muchas preguntas... en definitiva: tener una paciencia aún más infinita que la de ella.
Ahí es dónde entro yo.
Lo malo de trabajar para mis amigos dirigido por su decoradora es, como ya he mencionado, que hay que dedicarse en cuerpo y alma.
Lo bueno: el resultado.
Ver como una cuadra lleno de trastos, telarañas y escombros, se va convirtiendo en un sitio agradable y cálido; descubrir que la combinación de maderas nobles con viejas tablas de palets forma contrastes espectaculares; comprobar la importancia de desplazar diez centímetros un simple adorno para evitar sombras... todo ella me aporta una experiencia y satisfacción que otros no saben apreciar.
Yo no soy ni el más listo ni el más habilidoso en mi lugar de trabajo, pero sabía que era el indicado para ocuparme de ello. He acabado estresado y con una tonelada de papeleo acumulado, pero conozco a la perfección todo lo que hay montado y se que no habrá ningún problema. No quiero traicionar la fe que mis amigos han puesto en mí. Sé la cantidad de pasos (burocráticos en su mayoría) que han tenido que dar y me he volcado de lleno para conseguir el mejor resultado.
Esta semana se inaugura. Como tienen muchos amigos irá gente. Como es algo nuevo irá mucha gente. Como las consumiciones serán gratis irá muchísima gente.
Las felicitaciones serán sin duda para los que cogieron una estancia de una vieja casona del siglo XVII ubicada en el casco antiguo, y empezaron a soñar lo que podrían hacer con ella. Ellos cederán todo el mérito a Rosa, ella dirá que no hubiera sido posible sin los electricistas, albañiles, pintores, carpinteros, etc... todos nos reiremos, bromearemos sobre el tema, nos abrazaremos, y vomitaremos con tanta cursilería.
¡Pero qué coño!, ¡es totalmente cierto!
Estoy contento y muy satisfecho con el resultado y les deseo lo mejor. Llevo más de quince años trabajando para ellos y reconozco que siempre acabo quemado, pero a los pocos días me alegro de haberme involucrado. Consigo una excelente publicidad, agradecimientos mil y encima me pagan por ello: es la mejor forma de olvidarte de las complicaciones y quebraderos de cabeza.
También ayuda el fin de semana en Ruidera que nos pegamos Gabriel, Alberto, yo y nuestras respectivas: nada mejor que asar animales muertos en una buena chimenea y engullirlos como salvajes, acompañados de buen vino, risas, canciones y juegos de mesa para coger fuerzas y ser persona humana de nuevo.
Recuperadas las energías necesarias para afrontar mi próxima paternidad, prometo no abandonar tanto el blog.
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