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Culo veo... ¡culo quiero!

Historias para no dormir

FELIZ NAVIDAD

Bueno... no he podido escribir antes porque ando bastante liado y poco inspirado, francamente.

Este año puede decirse que ha sido para mí de los peores, profesionalmente hablando y -afortunadamente- de los mejores, a nivel personal. Lo segundo, compensa sobradamente lo primero. Pero lo primero, no deja de ser un pequeño lastre cotidiano, que se hace mucho más llevadero con la compañía de los miembros y miembras ( joder con la Bibi Aído) del foro.

No tengo muchas ganas de felicitar fiestas por ello, de hecho, a todo el mundo le voy diciendo que lo mejor del 2009 es que ya se acaba....
Esperemos que el 2010 sea menos malo (no tengo demasiadas esperanzas, la verdad), y que todos los amigos que se me han quedado en el paro, o que llevan meses sin cobrar, o que estan a punto de perder sus pequeñas empresas, consigan levantar cabeza, y los que no sean amigos también, ¡qué cojones! (estoy de un generoso hoy... )

No corren buenos tiempos para mi sector. De hecho, hace cosa de un mes me llamó un tal Creador para que le hiciera un arca de nosecuantos pies de largo, y otros cuantos de ancho y lo corté en seco.
Le pedí inmediatamente un aval bancario y el 40% por adelantado, que no quería pagarés a 180 días y que solo aceptada billetitos calentitos.
El muy mamón se me desmarcó con que se la encargaría al IKEA y que ya me acordaría de El cuando empezara a llover.
Me temo que el que se empezará a acordar de mí y del 40% será El, cuando  comience a dolerle la muñeca de apretar tornillos allen, y sobre todo cuando el aglomerado sueco de baja densidad con el que estará fabricado el arca, se empiece a deshacer.

Esta Navidad está siendo bastante húmeda, pero tampoco creo que diluvie lo suficiente como para que se ahoguen los injustos, porque la mayoría tienen yates amarrados en los puertos deportivos.

No me gusta mucho la lluvia. Debo sufrir algún trauma psicológico, imagino que porque un coche pasó a toda leche a mi lado, pasando sobre un charco y me bañó de abajo a arriba... ¡ah, no!, ¡calla!, esa cabronada soy yo el que la hace...

Entonces quizá venga de cuando di varias vueltas de campana con mi primer coche, una noche lluviosa en la que hice "aguaplaning".
Las lunas del Seat 127 salieron disparadas, y mientras esperábamos dentro del vehículo a que alguien nos rescatara, mis amigos no paraban de acusarme de lo torpe que era para tener accidentes. Un conductor experto nunca habría permitido que los cristales se desprendieran en una noche lluviosa, por muchas vueltas que hubiera dado el coche. Que por mi culpa estabamos todos chorreando.
De nada sirvieron mis explicaciones sobre que todos estábamos vivos y que el coche había quedado sobre las cuatro ruedas... joder, ¡eso sí que fue traumático!

Esta anécdota automovilística, metida con calzador en mi felicitación, me lleva a pensar que tampoco estoy tan mal.
Que la vida me ha tratado bastante bien, y que además de una hija increible, aficionada a estrujar gatos (algún día lo explicaré); una mujer encantadora y guapísima; una familia grande, desperdigada pero muy unida; buenísimos amigos repartidos por todo el planeta, además... los que iban conmigo en aquel Seat, me siguen dirigiendo la palabra, y solemos reunirnos en éstas fechas, para recordar aquel momento y otros muchos.

Me cuesta ser optimista conforme estan las cosas últimamente, pero hace unas semanas me reuní con una "gente rara del internet" que me cargó las pilas de calor y buen rollo, y lo cierto es que, la mayoría de recuerdos que me llegan en éstas fechas son bastante agradables.

Si todos los momentos que vivimos fueran buenos, tengo muy claro que seríamos una panda de gilipollas. Aunque a veces sea duro superar las malas rachas, es algo imprescindible para poder apreciar las buenas como  de verdad merecen.
Además, como un canarión me dijo un día: "No hay Setapé que Sien años dure..."

Bueno, lo dicho: espero que todos y todas, paseis unas estupendas y estupendos fiestas y fiestos.

FELIZ NAVIDAD, Y QUE LE DEN AL 2009 POR TODO EL ORTO... ¡A BASE DE BIEN...!

Aventuras y desventuras del propietario de un solar

Aventuras y desventuras del propietario de un solar


solar: Porción de terreno donde se ha edificado o que se destina a edificar en él:

 

 

 

 

En los pueblos es común (hace unos años, al menos lo era) tener un solar. Como sea... grande, pequeño, cuadrado, alargado....

Es una vieja costumbre que se va perdiendo con los años.

Hace 20 años o más, el que estudiaba dejaba a sus padres sin un duro (más o menos como ahora) y el que trabajaba, empezaba a hacerlo de muchacho, de aprendiz arrimarripios, en cuanto cumplía los catorce.
Inmediatamente los padres te abrían tu cuenta en la Caja, nada de bancos, la Caja de toá la vida de Dios. Donde trabaja Cándido, con lo bien que se portó con tu padre con la hipoteca...

Y llega lo del solar.
Los padres -que no paran de pensar en el futuro de sus hijos-, se enteran de que Ruperto necesita dineros y está dispuesto a vender su solar de 300 metros con 14 de fachada por cien mil duros. Sí, sí, el que hay al lado del taller... ¡para cuando te hagas casa!
En la cartilla tienes de sobra para comprarlo, ya lo tengo medio apalabrao...


Y de buenas a primeras, sin comerlo ni beberlo, te das cuenta de que, con tan sólo 17 años... ¡eres promotor inmobiliario! Tienes un terrenito a tomar por culo del centro, cuando tu lo que estabas pensando era en comprarte una moto... pero en fín, lo han hecho por tu bien.

Mi caso no se diferencia mucho a ese, pero lo cierto es que nunca llegué a hacerme casa, y el solar está ahí, criando arbustos.
Al principio eran pequeñitos, se secaban en invierno, para renacer vigorosos en primavera.
Pero de unos años para acá, los arbustos se han convertido en una especie de espesa selva tropical que alcanza los cuatro metros de altura.
De hecho hace varios años que no he visto la pared del fondo... estoy pensando en comprar un machete y adentrarme en las profundidades de mi propiedad, pero total, ¿para qué?

Y es aquí dónde comienzan el problema que me lleva a retomar mi blog. Resulta que lindando con mi preciado solar hay una casa con cuatro viviendas, y "mis" árboles hacen sombra en la terraza de mis vecinos.
Hace unos días acudieron a buscarme al trabajo para explicarme el problema, y les dije que no se preocuparan, que podaran las ramas invasoras sin miramientos, que yo no era aficionado a la jardinería y no me molestaba en absoluto.
En cambio, ellos se empeñan en que YO los tale y envene el tronco para que no vuelvan a salir (¡y una mierda!, me tiro un día entero tragando hojas y no acabo) o que, en su defecto, YO contrate a un especialista corriendo YO con los gastos.

Como a mí los arbustos no me estorban lo más mínimo, no estoy dispuesto a ello. Así que los invité amablemente a que me dejaran trabajar tranquilo y que fueran a informarse sobre quién era el que tenía que ocuparse de dicha labor, y al paso, que preguntaran si la tapia de SU terraza no debería tener una altura por ley de 1,85 metros, cosa que impediría la invasión de su espacio por mis preciados arbolitos.

Así quedó el tema, al menos hasta hoy:
Resulta que (al menos eso creo yo) a mis vecinos se les ha ocurrido que lo mejor es presionar al invasor. Así que, han tomado la cruel decisión de aparcar su vehículo en la portada de carga y descarga de nuestro pequeño negocio de carpintería, e irse después a pié hasta su casa.

Con la llegada del verano, procuramos encargar las mercancías con antelación, para evitar retrasos vacacionales, con lo cual no esperamos recibir ningún reparto en días. Así que realmente, el coche no estorba. Pero mi vengativo vecino imagino que desconoce ese pequeño detalle, como también habrá olvidado que en esa acera da el sol toda la tarde, e imagino que no sabrá que en el taller hay polvo en suspensión que obviamente sale levitando suavemente hacia el exterior por la única puerta abierta, que mira tú que cosas, es la de carga y descarga. De hecho, ni siquiera nosotros aparcamos en la portada para evitar que el polvo se pegue en el parabrisas, porque luego no se ve un carajo.

El tema está en que, sería un buen detalle por mi parte, advertirle sobre ello (vive a la vuelta, en una calle en la que no da el sol), pero me surgen varias dudas: ¿Pensará que nos ha molestado gravemente su gesto, o que es una sincera advertencia de un buen conciudadano? ¿mañana volverá a hacer lo mismo? ¿se le picará el salpicadero con tanto sol? ¿se pegará un leñazo al tener el cristal rebozado de serrín?

Una solución sería contratar el Vado Permanente, que siendo más barato que pagar a un leñador, tampoco es que nos haga mucha falta, pues sobra aparcamiento (en la sombra) porque la calle es amplia y por aquí hay muchas casonas antiguas, y solares, varios solares...

 

 

¡Gracias a todos! (I)

¡Gracias a todos! (I)

Va a hacer siete meses que nació mi Inma, y prometí a mis amigos "foreros" un agradecimiento especial por sus felicitaciones y apoyo.
Empecé a escribir ésto un mes después, y aún está sin terminar (el relato, obviamente) ya que, aparte de la falta de tiempo, no me está resultando demasiado sencillo describir un parto de manera digna pero con un mínimo de simpatía y humor, para que el resultado no sea un coñazo. Considero que la mejor forma de dar las gracias, es intentar describir cómo me sentía cuando empecé a recibir la lluvia de SMSs y llamadas de los amigos.
Prometo terminarlo pronto.

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El parto fué duro. Imagino que más o menos como todos. Pero lo realmente duro fue la espera. Mucha gente me ha contado que estuvo de parto seis horas y cosas por el estilo y yo pensaba que su mujer se había pasado todo ese tiempo gritando despatarrada en una camilla, con el marido al lado, sudando como un pollo (¿los pollos sudan?) y agarrando la mano de su esposa con cara de no saber qué hacer.
Pero lo cierto es que, por desconocimiento e ignorancia, mi idea de un parto largo era muy distinta a la realidad. Sin duda alguna se sufre mucho, pero de otra manera.

A mi señora la ingresaron un domingo 27 a las 17:30 con contracciones cada 7 ú 8 minutos, y desde ese momento nos tocó esperar pacientemente hasta que alcazara la dilatación adecuada.
En un principio la cosa no parece tan grave, pues alcanzado cierto punto y si la madre lo considera oportuno, le aplican la famosa epidural que evita que las contracciones sean dolorosas.
Visto así, el panorama parece muy alentador, con lo cual te tomas el evento con paciencia oriental, te armas de libros y mp3, y a esperar tranquilamente. Fácil ¿no?... ¡pues no!

Las seis horas que pasamos ingresados en la habitación de maternidad (sin epidural) se medio llevan con moderada tranquilidad, charlando, leyendo o viendo la tele.
Pero llegado el momento de ingresar en el paritorio, cuando se supone que empieza la acción, y cuando comienzas a pensar en cómo se dará, como será, cuanto pesará..., lo que empieza es la tortura.

A mí me abandonan a las doce de la noche, en un desértico y desangelado pasillo de hospital esperando un "ratito", mientras pasan a mi señora a una habitación de Maternidad para monitorizarla (enchufarla a una máquina para controlar las contracciones, pulso, tensión sanguinea...), que visto así, no parece tan grave... si no fuera porque no me dan ningún detalle. De hecho lo de la "monitorización" lo descubrí después, en ese momento sólo tenía que esperar "un ratito".
 
Cuando el ratito se empieza a convertir en quince minutos, es cuando no sabes muy bien que hacer: juegas a esos juegos cutres que trae el móvil, miras al techo, caminas de un lado a otro, te acuerdas de que en la tele de la habitación iban a poner el resúmen del partido (¡el Madrid estaba a punto de ganar la liga!), te palpas el bolsillo donde llevas el tabaco, con un suspiro de impotencia, intentas ver con tu "visión de rayos X" a través de los cristales translúcidos de las puertas del paritorio, y piensas.
Piensas muchas cosas.
No sabes si ya estará pariendo y se han olvidado de tí, si algo se está complicando y quieren evitar situaciones violentas con el padre, si la matrona está borracha e intentan disimularlo...

En esas situaciones poco puedes hacer para distraerte, aparte de pensar.
Recuerdas que te dejaste el libro y el mp3 en la habitación, pero no vuelves a por él, no sea que vengan a buscarte... sólo tardarán un ratito.
Se te pasa por la cabeza telefonear a alguien para que te sirva de apoyo, pero lo desechas: son las doce y media de la noche y no tienes ganas de preocupar a nadie... claro, que en Canarias son las once y media... no, déjalo.

Lo mejor es que seas positivo. Enfoca tu mente en algo práctico. Seguro que la rueda la inventó un marido esperando en un pasillo de hospital... y algunos años después, otro marido torturado (o el mismo de antes, vaya usted a saber), ¡inventó la silla de ruedas!
Sí, lo reconozco. En plena desesperación, me senté en la única silla que había en ese kilométrico pasillo (de ruedas, naturalmente) e hice carreras, equilibrios y todas las payasadas que se me pasaron por la cabeza.

Cuando me cansé de la silla, me acordé de que la noche podría ser larga y decidí sacar un café de máquina. La única puerta abierta del pasillo, era la de un cuartito que disponía de un amplio surtido de máquinas expendedoras (lo descubrí echando carreras con la silla), así que eché mano de un café sólo. Me encanta el café solo. Caliente, amargo, fuerte, escaso...
Para mí desgracia, se ve que los domingos no trabaja el que repone el café de la máquina, y que los cafés de ésta, salen "dulces" por defecto. Afortunadamente, no los sirve fríos.
¡Acojonante! Por 60 céntimos de €uro tengo en mis manos un vaso de dulces meados de camello, que encima me está abrasando los dedos... ¡¡¿Dónde cojones tiro ésto?!!
Entonces te das cuenta de por qué te abandonan en un solitario pasillo, sin libro, sin música, sin café... ¡lo hacen para que te hagas partícipe del sufrimiento la futura mamá! Está claro que alguien estará observándote, y que evaluará tu comportamiento para ver si eres un padre responsable.
¡Mierda!, ¡no debí jugar con la silla de ruedas!

-Señor Cetor, ya puede pasar, su mujer le espera.
-¡¡¡¿Ya ha parido?!!!
-Noooo... la hemos monitorizado.

 

(continuará)

Que descanses, tía.

Llevo un par de meses sin pasarme por aquí, aunque no por falta de ganas, sino más bien por escasez de tiempo y acumulación de acontecimientos poco gratos. En pocas palabras: tengo demasiado trabajo (dinero no, por desgracia), he tenido a mi Inma enfermita, y lo peor de todo, la hermana de mi padre nos dejó hace un par de semanas.

Si cuento que mi tía ha fallecido a los ochenta y dos, acompañada por sus hijos, sobrinos, hermano, esposo y demás seres queridos, todo el mundo puede pensar que le gustaría terminar sus días de igual manera. Como se suele decir, "ha muerto de vieja".
Pero todo ocurrió de una forma un poco más triste y dolorosa. A mi tía se le diagnostica un cancer, y una vez en la mesa de operaciones los médicos descubren que ya esta muy extendido y que no hay solución, con lo cual lo único que se puede hacer es coser, sedarla y esperar su muerte.
 
A sus hijos los suelo ver muy a menudo, y aunque me habían comentado hace unos meses que estaba algo pachucha, no tuve el detalle de acercarme a su casa para interesarme por su salud y de paso, presentarle a mi niña. Era una mujer fuerte y daba por hecho que eran los típicos achaques propios de la edad.
Son cosas que vas dejando para luego y resulta que se ha ido al otro mundo sin conocer a su nueva sobrina-nieta por mi dejadez, y porque cuando nos hemos dado cuenta de que no había tiempo, la baby tenía un gripazo del quince.

Tres semanas duró. Veintiún días en los que en ningún momento ha estado sola.
Lo jodido del asunto es la decisión que alguien (no importa quién) tomó por ella: lo mejor era que pensara que la operación había sido un éxito y que en unos días volvería a casa.
Esto está muy bien cuando el enfermo está insconciente, nadie va a visitarlo o es simplemente gilipollas. Estaba claro que era cuestión de tiempo que se diera cuenta. No se puede tener a toda la familia alrededor con lágrimas en los ojos, y creerte que pronto te recuperarás.

-Pepito, ¿cómo es que está tu padre tan tristón, cuando viene a verme? -el pobre comprendía que iba a enterrar a su tercera y última hermana.
-Bah tía, ya sabes lo poco que le gustan los hospitales, y como él no se cuida mucho, pensará que le queda poco para ocupar tu cama...

Y mi tía que es tonta, va y se lo cree.

Su marido (un tío cojonudo, como ella) cabreado continuamente; sus hijas con los ojos húmedos e hinchados y caras de desenterradas; su hijo haciéndose 400 km todos los días (vive y trabaja en Madrid) para acompañarla; y sobre todo, los típicos conocidos que sacan conversaciones sobre amigos que han muerto devorados por el cancer. La gente así merece un capítulo aparte. ¿No hay ninguna norma que permita repartir collejas a los bocazas de hospital? Se supone que los enfermos reciben visitas para sentirse mejor y que se haga más llevadera su enfermedad, pero siempre tiene que llegar algún capullo/a (aquí si que existe la igualdad) que disfruta dándoselas de listo experimentado en enfermedades terminales...
Estaba claro que mi tía sabía que no le quedaba mucho tiempo en este mundo, y aún así, ha mantenido la calma y el buen humor hasta el último momento.

Que descanse en paz.

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Nuestra hija no respiraba como Darth Vader ese día, tosía un poco, pero al menos no lo suficiente como para vomitar la comida, y la noche anterior, no se despertó más de tres veces, con lo cual, mi cónyuge y yo nos levantamos sin la sensación de haber estado de juerga toda la noche. Así que, la llevamos a la guardería para poder acudir a la misa en honor de mi tía.

No encajo muy bien en esos actos. Todo el mundo sabe el profundo respeto que siento por la religión católica. Por tradición, por los principios fundamentales que defiende (o que debería defender)... pero el circo que la rodea me repatea bastante los huevos.

Te sientas en un banco, con tu mujer, y siempre llega alguna beata a decirte que los hombres a un lado y las mujeres al otro. Vamos a ver, el cura no me ha dicho nada, ni ha puesto mala cara. Sin embargo a tí, te está fulminando con la mirada por interrumpir el sermón.

Otra feligresa me pasa el cartoncito de los himnos, señalándome la estrofa por la que vamos. Mi padre, hermanos y primos están ahí, aguantando el tipo entre lágrimas y ésta anormal quiere que me ponga a cantar... cuando quiera cantar, ya me buscaré la vida, ¡tía plasta!

Ahora viene lo "de darnos la paz"... Esta es la parte que más me incomoda. Siempre, por iniciativa propia, estrecho la mano de los que tengo a uno y otro lado, los más próximos, pero por una razón que desconozco, nunca faltan dos o tres entusiastas poseidos por la paz, que te llaman con golpecitos en la espalda o te chistan, para que les des la mano apresuradamente mientras te escupen lo de "la paz sea contigo", y se recorren media iglesia con su mano extendida, cuando el cura hace rato ya que empezó a recitar el "padre nuestro".

Al final canté y todo. El nuevo párroco ha adoptado himnos nuevos y para terminar el acto, tuvo a bien arrancarse con "La muerte no es el final" que, aunque tengo entendido que es de orígen eclesiástico, se utiliza en el ejército para homenajear a los caídos, . Al oir las primeras palabras, no pude evitar arrancarme... ¡me tiré dos meses seguidos ensayándolo!
¿Dónde coño está la bruja del cartoncito de los himnos? ¡Se ve a enterar de lo que es entonar!

Luego, el pésame. Mucha gente. Muchos conocidos... y nuevamente las gilipolleces del siglo pasado.
Los que quieren dar el pésame a hombres y mujeres (me cambié de asiento, no apareciera la beata otra vez), tienen que hacer cola dos veces, realizando un caprichoso recorrido por la iglesia para subir hasta el primer banco por el lado derecho del templo, volver al principio de la otra cola por el centro de la Iglesia, y subir nuevamente hasta el primer banco por el lado izquierdo.
Creo que hasta los curas verían con buenos ojos que se pasara por delante de ambos bancos de una vez, en lugar de tener que presenciar ese contínuo ajetreo de personas cruzándose por el pasillo central, mientras los más jóvenes adelantan a los mayores haciendo quiebros y esquivando parroquianos de forma apresurada.
Un acto de éste tipo pierde la solemnidad con cuatro detalles estúpidos que no cuesta nada solucionar, pero en fín, seguramente eso acabaría por ofender a los que visitan la iglesia con más asiduidad que yo.

Deberían intentar atraer gente nueva a las iglesias actualizando las costumbres a los tiempos de hoy, y esforzándose para que una misa no sea un coñazo lleno de anticuadas reglas.

Al funeral fuimos los más allegados. No hubo flores. Mi tía siempre dijo que no quería flores en su entierro, que no las iba a poder disfrutar. Sólamente un par de coronas de amigos de la familia.

Todos hemos visto entierros en las pelis americanas: montones de coronas; una tumba sobre un montículo centrado en un verde prado rodeado de árboles; el ataud bajando suavemente como por arte de magia; unas palabras del pastor (allí los curas son pastores, será porque los americanos son más borregos); los familiares arrojando un puñado de tierra sobre el ataud. Todo tan solemne, tan ensayado...

Pero ésto es España. Los empleados del cementerio bajan el féretro como buenamente pueden: pisotean las lápidas de los lados; le dan pataditas al ataud con sus sucias botas para cuadrarlo en el hueco cada vez que se les encaja....

Después de colocar las losetas y pringar de yeso el ataud, las flores, y la cruz de granito que adorna el túmulo, nos dijeron que habían terminado y que luego vendría una grúa para colocar la lápida en su sitio. Pero mi hermano y yo nos miramos con complicidad: la lápida descansaba elevada en el suelo de cemento, calzada sobre unos cilindros metálicos al mismo nivel que el borde de la fosa y,  no había grua conocida capaz de circular entre las estrechas hileras de sepulturas. Era evidente que las patadas y golpes necesarios para colocar la pesada lápida en su sitio serían demasiado violentas cómo para ser contempladas por los familiares.
Me pregunto qué clase de experiencia es necesaria para desempeñar el noble oficio de sepulturero.


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Bueno, espero no demorar tanto mis aportaciones de ahora en adelante, y también espero que gane el McCain ésta noche.

¿Qué? No, no soy republicano, pero me gusta el ketchup y las patatas fritas, y además, estoy hasta los webs de que todo el mundo apoye al Obama.... ¡hasta el Chávez!

 

Un día de perros

Recién llegado de París uno debería estar de buen humor. Terminé satisfactoriamente el trabajo, visité Notre Damme, la Torre Eiffel, compré un par de óleos para el pasillo en un puestecito al lado del Sena... todo perfecto. O casi.

Como persona más o menos responsable que creo que soy, tengo el detalle de pasarme por el Parque de Exposiciones para verificar que todo está en orden, si hay algún problema, e incluso me quedo a echarles una mano para colocar un par de remates un poco más complicados. Me miro el reloj. Falta más de hora y media para la salida. No hay problema, el Charles de Gaulle está en la parada siguiente. Hago unas últimas fotos, estrecho manos, reparto besos y hasta el próximo Stand.

Son curiosos éstos franceses. La taquilla está cerrada, las máquinas expendedoras solo aceptan monedas, y en el aeropuerto necesitas el billete para abrir las puertas hidráulicas que te dan acceso desde la parada del cercanías. Forzándolas entre dos personas, se pueden abrir, pero allí hay mucha vigilancia, mejor esperamos a la taquillera... ¡sobra tiempo!

Después de diez minutos me canso de esperar y animo a mi compañero de trabajo:
-Vamos. Nos saltamos el torniquete, que ésta tía se habrá ido a comer.

Una vez en el andén saco el manojo de folios que corresponde a las reservas on-line que el cliente me ha facilitado. Hay que comprobar en qué terminal y hasta qué hora se pueden sacar las tarjetas de embarque. Aún nos sobra tiempo, pero hay que revisarlo todo.
No deja de sorprenderme cómo complican las cosas las agencias. La información que se necesita cabe perfectamente en una cuartilla, pero ellos se las ingenian para meterla en cuatro folios...
-¡¡¡Joder!!!  -todos los gabachos que esperan con nosotros en el andén, me miran acojonados-  ¡Que el avión sale del otro aeropuerto!

Algo tenía que salir mal. Hizo frío y llovió, pero con eso contaba, ya había visto el parte meteorológico. Con lo que no contaba era con la peculiaridad aeroportuaria parisina. Sabía que París dispone de dos aeropuertos, también sabía que los separan más de 40 kilómetros, sabía también que el ideal para éste trabajo era el Charles de Gaulle, ya que se encuentra a una parada de RER (una especie de tren de cercanías) de dónde nos tocaba trabajar. Pero lo que no esperaba era que desembarcaría en un aeropuerto, y me tocaría regresar desde el otro. Las reservas se hicieron por la misma agencia y al mismo tiempo, los vuelos eran de la misma compañía, y estaban al mismo nombre.

Si me hubiera ocupado yo de los billetes, ahora no estaría intentando convencer a un taxista francés de que nos acercara al aeropuerto de Orly en menos de cincuenta minutos.
Las situaciones límite sacan lo mejor de tí. No se ni una palabra de francés, pero ahí estaba yo, hablando cordialmente con un taxista francés, que no sabía español, ¡y nos entendíamos!
-¿How tiempé en... in... llegué to Orly Aeropuerté?
-One hour...  -girando la mano, con los dedos semiextendidos-   peut-être moins...
-¡Better moins! ¿Ok?
El taxista asiente con la cabeza.

Mientras nos encaminábamos en el asiento de atrás de un Mercedes clase C, a toda hostia por las circunvalaciones parisinas, recapacitaba sobre el tema. Estaba todo calculado. El tren que teníamos que coger en Madrid, sale setenta minutos después de que el avión llegue a Barajas, pero Atocha está a veinte minutos en taxi, con lo cual, si éste tipo nos lleva a Orly en cincuenta minutos sin estamparse contra ese camión, todo saldrá según lo planeado. A saber lo que me cobre, pero imagino que será más económico que dos nuevas reservas de avión, o peor aún, dos nuevas reservas, una habitación doble, y dos cenas en la capital francesa. Lo que tenía claro era que podía olvidarme del cercanías y del metro. Desde el centro de París hasta el "de Gaulle" se tarda una hora, a veces más. Y luego hay que llegar hasta la parte sur, con transbordos y demás complicaciones. Con lo que me cabrea encontrarme en la carretera, taxis que circulan a toda velocidad cambiando caprichosamente carril, y estoy subido en uno que se lleva la matrícula de honor en el tema.
Es curioso, si chapurreo inglés a la vez que termino algunas palabras con una "e" acentuada, los franceses me entienden... ahora necesito un truco para entenderlos a ellos.

El taxista cumplió. Cuarenta y un minutos. Nos sobraron diez. Fue una lástima que el avión saliera con veinte minutos de retraso, y que un guardia de seguridad más negro que el sobaco de un grillo, me cacheara de arriba a abajo en el control de equipajes, para comprobar que lo único metálico que llevaba era el botón de los vaqueros. Bueno, eso es algo anecdótico, lo importante es que no hemos perdido el avión gracias a mi dominio de los idiomas y a la pericia del taxista gabacho.

 


El año pasado, el vuelo también salió tarde, pero el piloto "tomó un atajo" y llegamos a Madrid a la hora programada.
Me temo que éste piloto no es tan atrevido. No están las compañías aéreas para muchas tonterías. Lástima. Nos tocará correr nuevamente en Barajas. A galopar a toda leche por la terminal, tirando del trolley, bajando las escaleras mecánicas de dos en dos, molestando a todo quisqui. Con lo que me fastidia cuando algún prisillas me adelanta en las escaleras mecánicas, empujándome sobre la barandilla de goma con su maletón...
A la parada de taxis.
-¿How tiempé en... in... llegué to Atocha estacioné?
-¿¡Ein...!?
-Huy, perdone... -que éste no es francés- a Atocha, ¿llegamos para cojer un tren a las seis y media?
-Creo que sí, a ver qué tal el tráfico.
Los taxistas madrileños son más auténticos. Además de ir deprisa y cambiar de carril caprichosamente, tocan el claxon a cada momento. Con lo que me jode encontrarme alguno así en la M-30. Al menos éste habla de lo puñeteros que son los retrasos aéreos, y encima comprendo casi todas sus palabras.

Seis y veinte. Una vez más, un taxista me ha salvado el cuello. A comprar los billetes. Un mostrador vacío. ¡Maldita sea!, la ventanilla para los trenes que salen hoy es la de al lado, que tiene como quince metros de gente haciendo cola. No hay problema, subo al tren sin billete, y le pago al revisor. Nos vamos los dos para la planta de arriba, utilizando las rampas mecánicas, pasando nuestas maletas sobre los pies de todo el mundo, y empujándolos sobre las barandillas de goma...
-¡Cabrón!
-Disculpe.... ¡llevo prisaaaaa!
Mi compañero va después de mí, y se lleva insultos por partida doble. Hay que comprender a esa gente que nos grita. Otras veces, esa gente era yo.
Llegamos a la entrada del andén.
Una señorita nos pide los billetes. En Atocha te pasan la maleta por un escáner, como en los aeropuertos. Es una de las medidas adoptadas a raiz de lo del 11-M. Le explico que no tenemos billetes, que hay una cola inmensa y que no he podido sacarlos, que le pagaré al revisor.
-Lo siento  -me dice-, sin billetes no os puedo dejar pasar.

Bajamos nuevamente con los maletones por las cintas mecánicas, hay que hacer cola para comprar billetes para el próximo tren. El siguiente sale a las 20:55, con lo que nos plantamos a las once en casa, pero hay uno de alta velocidad que me deja en Ciudad Real a las 20:08. Cojeremos ese. Que venga alguien a recogernos, Ciudad Real sólo está a media hora de casa.

Las siete menos diez, y la cola no avanza. La tía que atiende en el mostrador es más lenta que el caballo del malo y las devoluciones de hacienda juntos.
Encima se levanta y se larga. ¿Irá a hacer pipí? Por la cara de estreñida que tiene me temo que irá a lo otro. O a ponerse un enema.
No entiendo como RENFE no pone más ventanillas para trenes sin reserva. Las tres colas que hay son kilométricas y ninguna de ellas avanza.
Me apetece un pitillo... no he fumado desde hace cinco horas. Tengo que echarme un cigarrillo. Cuando ésta zorra asquerosa me de los jodidos billetes del puto AVE, me fumaré un lucky en tres caladas. Eso sí, antes de irme del mostrador, le diré claramente lo incompetente que es, y que ójala y se le pudra el culo de moverlo tan despacio.
Ya... ya me toca a mí.
-Dos billetes para el AVE de Ciudad Real de las 19:15.
-Tendrás que correr, son las 19:10.
-¡Dámelos!
  -¡putón!

Subimos nuevamente por las rampas mecánicas atropellando a la gente con las maletas y todo esas cosas tan divertidas que llevamos toda la tarde haciendo. Una vez arriba, la vigilante del andén comprueba nuestros billetes, nos escanea las maletas, y nos subimos al tren. Un segundo después, estamos en marcha.
Voy al vagón cafetería a tomar algo, no he comido nada desde que desayuné. Mierda. Parece la hora feliz. El restaurante del tren parece un jodido discobar en sábado por la noche. Mejor me siento a leer.

Llegamos a nuestro destino. Saco un par de refrescos de una máquina. Como prometí, Me fumo un pitillo en tres caladas,. Mi hermano nos recoge justo después. Llego a casa a las nueve de la noche. Justo para terminar de bañar a mi bebé. Mi mujer me sonrie.
-Ya está bien ¿no? ¡qué bien vives!... El año que viene me pillo unos días y me voy contigo.
-Vale, pero ésta vez nos llevamos el coche al aeropuerto. Conducir me cansa menos.

Todavía no se me ha pasado el mosqueo. Es alucinante la de dificultades que puedes ir superando, para que todo se vaya a la mierda por una panda de inútiles. Porque aún no tengo claro si la culpable de perder el primer tren fué la chica del mostrador, la falta de organización en la estación, o los severos sistemas de seguridad.

Bueno, de todas formas no se ha dado tan mal...

 

Ya está bien de tocarse los...

 

 

Tendré que buscarme una maquinita de esas, que detienen el tiempo, para no abandonar durante tanto tiempo el blog... porque lo de ser padre y autónomo en verano, es agotador.

A la madre le viene bien, que es lo principal (paseos, piscinita...), pero a mí me falta tiempo para rascarme los huevos. Y un hombre que no se rasca sus partes, no es hombre.

Es la primera vez que veo una Eurocopa con un bebé tumbado sobre mis rodillas, y aunque el resultado final ha merecido la pena (¡campeoooooneeees!), tiene sus inconvenientes: los bebés lloran, hacen gestitos, se mueven, etc.

Básicamente requieren un poco de atención, o más bien mucha.

 

 

Y es que es curioso lo de los niños. Todo el mundo dice que "no traen manual de instrucciones", no obstante, cuando relato emocionado (todavía se me saltan las lágrimas recordándolo), que a los pocos minutos de nacer, se puso a comer instintivamente del pecho de su extenuada madre me sueltan aquello de "la Naturaleza es sabia"...

 

Joer... pues tan sabia no será, porque muchas veces la niña se pone borde, y no hay manera de saber lo que le pasa. Vale, comprendo que no van a nacer con la verborrea de Mr. Deditos, pero teniendo en cuenta que mi hija se mueve más que la compresa de una coja, podía ser un poco más expresiva cuando tenga alguna necesidad...

No sé... así en plan "el juego de las películas".  Que intente mostrarnos con gestos si tiene hambre, calor, si se hace caca o está molesta por los gases. Que sienta un poquito de compasión por sus padres, que al fin y al cabo somos novatos.

O la mímica no es lo suyo, o nos está tomando el pelo descaradamente... aunque pensándolo mejor, que nos tome el pelo, no soy muy aficionado a los mimos.

Mismamente la semana pasada, estaba disfrutando del partido contra Rusia tumbado en el sofá, con las rodillas dobladas a 45º para acomodar la espalda de mi niña sobre ellas (le encanta tumbarse así), cuando empezó a retorcerse y a arquear la espalda mientras agitaba los bracitos cual Massiel harta de rebujito (mira, un pareado).

Es complicado estar pendiente a la vez, de la goleada a Rusia y de los aspavientos de un bebé, pero lo conseguí, al menos hasta que se tranquilizó (mi Inma, la "roja" seguía a lo suyo), y una vez quieta, comencé a sentir un exceso de humedad en los bajos...

- Cómo suda ésta niña, ¡vive el partido con más emoción que yo! -  me dije.

¡Y tanto...! Todos esos nerviosos aspavientos que ejecutaba al más puro estilo break-dancer no eran por el partido (con la ilusión que me hacía), eran porque se estaba cagando generosa y literalmente en su padre.

Menos mal que no estaba mi suegra delante, porque seguro que me habría dicho aquello de que no sabemos poner pañales.

Lo cierto es que, oficialmente no sé ponerlos, al menos para ella. Lo de cambiar pañales lo dejo como Aznar el hablar en catalán, para la intimidad. Cuando mi mamá política está de visita, ese privilegio se lo reservo a ella, porque de todas formas seguirá pensando que no lo sé hacer bien...

 

Las suegras piensan que sus yernos sólo saben rascarse los huevos, y en cierto modo las comprendo. Sienten envidia. Lo primero que hace una suegra por la mañana es frotarse los ojos, ¿por qué? ¡Porque no puede rascarse los huevos! Cuando una suegra no puede dormir, no puede rascarse los huevos para calmarse y se pasa la noche en vela. No hay nada más placentero que tumbarse en el sofá con una cerveza fresquita en una mano mientras con la otra...

 

Somos una raza superior: habrá mujeres más inteligentes, más trabajadoras, más emprendedoras, pero nunca alcanzarán la plena satisfacción que provoca el poder rascarse ahí. El escalón más alto que una mujer puede alcanzar en la vida es cuando sus hijas se casan y pueden estudiar el comportamiento de sus yernos, y enriquecer su experiencia personal contrastando el comportamiento cotidiano de humanos de diferentes procedencias.

Lo de las rascaditas llevan años contemplándolo en sus maridos, pero hasta que no descubren que va implícito en la condición sexual, no comprenden lo lejos que están de la realización extrema del individuo.

 

Einstein estaba sobándose los cataplines cuando dedujo la la Teoría de la Relatividad.

Miguel Ángel se tiró cuatro años pintando la Capilla Sixtina, y cuando Julio II lo veía rascándose los mismísimos sabía que el resultado sería único.

¿Alguien podría decirme qué es lo que hacía Newton debajo de un árbol cuando cayó la manzana y formuló la Ley de la Gravedad?

No hay que ser muy listo para saber qué hacía Sócrates cuando dijo aquello de "sólo sé, que no se nada"...Por lo menos una de las manos la tendría ocupada, ¡seguro!

Algunos pensarán que los homosexuales son superdotados al tener más desarrollado el "lado femenino", pero difiero completamente: un gay que se sobe los cojones con propiedad, nunca dispondrá del instinto y las dotes de observación de una suegra, y el que llegue a tener la capacidad suegril necesaria, me temo que habrá perdido por completo la masculinidad necesaria para rascárselos con descaro... ¡eso es una ordinariez!

 

 

Leyendas Urbanas...

Todos hemos oído hablar sobre las leyendas urbanas, existen en todos lados y muchas de ellas no dejan de ser eso mismo, ¡leyendas!. Hoy voy a proceder a inventarme un relato basándome en una de esas historias de pueblo...

 

 

-¿Qué hiciste el servicio de voluntario en Cruz Roja? Entonces habrás estado borracho casi todo el año. ¡Si no salíais del bar ni aunque os llamaran para accidentes!

Es acojonante… siempre ha habido gente que se ha encargado de proporcionar una “excelente” fama a los voluntarios. Cierto es que, la típica lista de números telefónicos importantes, que suele haber colgada al lado del aparato en nuestro puesto de guardia incluía (aparte de los de Urgencias, Bomberos, etc…) los de varios bares. De hecho estaban apuntados para estar completamente controlados en todo momento, aunque estuviéramos tomando el café del desayuno: en esa época no había móviles.
Me cabrea mucho cuando alguien me contradice sobre algo que conozco perfectamente y generaliza sobre un tema que desconoce por completo. Santi es buena gente, pero a veces se pasa de listillo, no se puede asegurar algo sin haberlo contrastado, pero claro… tampoco se dedica al periodismo. Le contesto con talante y moderación:
-No tío, no sabes lo que dices… he tenido días en los que he atendido varios accidentes, aparte de los traslados hospitalarios de rutina. En verano nos hacíamos más de 700 kilómetros de media por guardia.
El muy imbécil mira al cielo se carcajea escandalosamente sujetándose la barriga. Se calma un poco, y acercando su cabeza y su olor a sudor rancio, comienza a relatarme sus razones para desconfiar de mis palabras:
-Mira Jose, hace unos años, mi jefe paseaba con su mujer e hijo por el barrio Salamanca. De repente, apareció la ambulancia de Cruz Roja a toda leche, con la sirena en marcha…
-…Iría a una urgencia.
-Espera. Pararon al lado, y empezaron a salir todos los voluntarios, borrachos hasta el culo, uno de ellos se sacó la polla delante de la mujer y empezó a meneársela delante de ellos, mientras cuatro o cinco más, vomitaban por toda la calle… ¡y el conductor!, el conductor llevaba tal mierda, que no se tenía en pié…

Lo miro con incredulidad… intento mantener la compostura. Después de lo que ha dicho, me cuesta un trabajo inhumano mantener las formas, lo cierto es que no me esperaba esa historia y es difícil no dejar escapar lo que siento. Se me empiezan a humedecer los ojos. Aguanta tío, como empieces a llorar de risa va a ser imposible convencerlo…

 

* * * * * * * * * *

Ocho años antes, en la oficina del puesto de carretera con mayor número de servicios realizados de toda la provincia:

Menuda mierda… ¡asco de vida!
Vaya mili gloriosa me estoy pegando.
Al menos ayudo a la gente… y alguna que otra vida habré salvado. Con lo bien que me lo pasaba en el cuartel, bromeando con los compañeros, dando barrigazos, pegando tiros, haciendo deporte, y callejeando a placer por las calles de Toledo… y me tuve que venir a mi pueblo a hacer más guardias que un tonto y a trabajar los días que libro.

Repaso mental de los días que ésta mili me ha puteado:
*Mi 19 cumpleaños cae en sábado: Guardia de conductor.
*Mi santo, que es festivo: Guardia de conductor.
*Romería de San Isidro, domingo: Escoltar carrera ciclista, de conductor.
*Feria del pueblo: Permiso, pero entró nuevo reemplazo y me tocó echarles una mano.
*Feria del pueblo vecino: Guardia de sanitario.
*Concierto de “Status Quo”: Guardia, de Jefe de Puesto.
*Fiestas del pueblo de mi madre: Escoltar carrera ciclista, de sanitario.
*Día de los Santos: Guardia, de Jefe de Puesto.
*Puente de la Inmaculada: Traslado especial los dos días festivos.
*Nochebuena: ¡Guardia de conductor!...

Don Tomás, el director, habla sobre el resultado del año, yo miro mi almanaque de bolsillo, en el que tengo tachados todos los días que he tenido servicios. Parece un tablero de ajedrez. Básicamente un día si, otro no. El gobierno redujo la duración del servicio militar y los reemplazos anteriores al mío se licenciaron seis meses antes. Nosotros también nos ahorraremos seis meses… ¡pero a qué precio!

Llaman por teléfono: Una emisora de radio me hace una entrevista en directo para ver cómo se presenta la noche para los que tenemos que trabajar en fechas tan señaladas. Contesto con amabilidad, aunque no puedo disimular cierta tristeza en mi tono de voz, aseguro al entrevistador que me resarciré en Nochevieja, que la tengo libre.

Miro por la ventana de la pared del fondo: me pareció ver un lindo gatito digo, el Citroën GS blanco de Pedro avanzando lentamente con las luces apagadas. Cierto… Fernández sale del asiento de al lado agitando una mano y mostrando un par de botellas de Ballantines en la otra. Me quedo blanco, abro los ojos como platos y empiezo a intentar disimular mi nerviosismo. Don Tomás, que se encuentra frente a mí, de espaldas a la ventana, lo nota.
-¿Qué has visto?
-Nada creo… me ha parecido ver un coche de moros en la parte de atrás.
-Ve hombre, ve. Y si van a acampar sácales unas mantas y ofréceles agua, el aseo… estará limpio, ¿no? Esa gente viene cansada, se recorren un montón de kilómetros para ver a su familia. Por Dios… ¡Y en Nochebuena!
-Ya, ya voy…

Mis amigos están locos. Han decidido cambiar la ubicación del guateque para que no pase la Nochebuena muerto de asco, y traen el maletero del GS a reventar de “provisiones”.
-No os molestéis… Merino y yo vamos a hacer barbacoa para cenar, en Urgencias nos han dicho que hoy es un día tranquilo y que hay dos ambulancias de guardia, que nos bebamos la sidra y no nos preocupemos.
-¡¿Barbacoa?! – a Pedro le encantan la “chasca”, el comer en el campo y asar cosas – Coño, me apunto… además, Merino es un tío de puta madre, fuimos juntos a BUP.
-¿Vas a dejar de cenar langostinos y jamón de pata negra con tu familia, por comer chorizos y chuletas asados en las cenizas de un palet, a varios grados bajo cero? ¡Tu estás loco!
-Si se va a molestar no…
-No, molestia ninguna: hay carne de sobra… éste tío es un animal comprando. Tú mismo, a las diez te esperamos.
Indico a mis colegas donde deben dejar las provisiones para no ser vistos y entro al puesto de guardia para coger agua y hacer el paripé de que los “moros sólo estaban perdidos y tenían algo de sed”.
-Me han pedido algo para el dolor de cabeza…
Don Tomás se levanta de la silla:
-Vamos a convencerlos de que se queden a descansar. Esa gente… ¡se van a jugar la vida por llegar unas horas antes…
Merino me sigue… se lo ha olido y tiene curiosidad por ver quien era.
-Deje Tomás, ya voy yo con Jose a ver cómo estan.

Todo perfecto, no hay pegas por su parte. Nos inventamos una excusa para que no se preocupen por el estado de “los moros”. El director y el presidente nos felicitan las fiestas y se despiden de nosotros. Nos dejan una botella de sidra y nos aconsejan que nos quedemos tranquilos: no suele haber jaleo estos días.

La una de la noche.
Se acerca un Renault 19 abarrotado de chavales. Solamente Pedro y yo disponemos de coche propio, con lo cual, han tenido que convencer al hermano de Andrés para que los traiga. Pedro cenó con nosotros y mi coche se ha quedado en casa de mis padres: para las guardias suelo traerme el Vespino.
Andrés abre un litro de cerveza, y su hermano se enciende un pitillo para acompañar la sidra que está tomando mientras los demás buscan acomodo y empiezan con los cubatas. Yo no puedo beber (mucho) por mi condición de conductor, así que le doy coba a una lata de cerveza.
Tengo 19 años. Hoy debería estar borracho y diciendo tonterías a alguna chica, pero teniendo en cuenta que me iba a pasar todo la noche viendo la tele y hablando con Merino, ésta se me antoja la juerga del siglo. Tenemos a un arrestado de no se qué pueblo con nosotros. Lo pillaron de guardia y bebido, y desde entonces hace todas los servicios en poblaciones lejanas a la suya. Se ha quedado dormido… bajó del tren tambaleándose. El muy mamón ha estado todo el día de juerga y ha llegado ocho horas tarde.

Fernández, David y Pedro se acaban de beber medio tubo de whisky “a la de tres”. Merino baila el twist con la fregona, Jesús está fumándose un peta con Antonio. Andrés abre su segunda litrona, y su hermano decide volver con su mujer e hijos.
-¿Vuelvo mañana a por ellos?
-No, déjalo… que los acerque el relevo con la ambulancia, de todas formas tenemos que ir al hospital a desayunar y dar novedades. Veremos si no tengo que llevar antes a alguno… jejeje

Las cinco de la mañana.
Hemos hablado de los viejos tiempos, nos hemos reído, cantado canciones de tuna… en fin, lo habitual en éstos eventos. Merino soltó la fregona hace un par de horas y se le ve sorprendentemente sereno. Mide cerca de 1,90 y pesa más de 100 kilos. Aguanta lo que se le venga encima. No puedo decir lo mismo de los míos, no metabolizan el alcohol de igual manera. La mesa está abarrotada de platos pegajosos por las copas derramadas, frutos secos variados, varias botellas de sidra, otras tantas de cerveza, licores varios y tres latas de mahou vacías. Además de la sidra que nos tomamos en la cena, me he bebido tres cervezas en toda la noche. Puede decirse que me he portado.
Suena el teléfono.
Afortunadamente es Miguel.
Miguel montó su propia fiesta con los amigos de su grupo de rock y nos llama para convencernos de que le hagamos una visita. Merino me invita a que me acerque. Me señala la autovía: no circula ni un triste coche.
-Yo me quedo aquí, recogiendo un poco… de todas formas si pasara algo, os echo el teléfono.

No acabo de estar muy convencido. Pedro apenas se tiene en pié y hay que olvidarse de ir en su coche. Lo ideal sería que fuera con la ambulancia: si tengo que salir a algún servicio urgente no tengo que volver a por ella.
Por otra parte no veo muy claro llevar de acompañantes en semejante vehículo a una panda de alcoholizados. Merino me sugiere que coja la antigua R-12 por lo que pudiera pasar. Es más razonable. Así lo hacemos.
Andrés es el que parece ir en mejor estado, con lo cual le dejo ir de copiloto. Fernández prefiere quedarse durmiendo la mona. El resto que se las apañe como pueda en la parte de atrás. Lejos de importarles, se pelean por ir tumbados en la camilla ¿Cuánto tiempo llevarán esas sábanas sin cambiar? ¡Bah!, tampoco creo que noten si están lavadas con suavizante.

-¿Andrés, era ésta calle?
-No recuerdo tío… yo creo que era la anterior, a ver si lo encuentras pronto, que me estoy meando como una persona mayor. Mira ese charco helado. ¡Haz un trompo, verás los de atrás!
Paso por encima del hielo y giro suavemente el volante mientras bloqueo el freno de mano. El coche hace un giro de 180º y oigo a cuatro tíos llamarme “cabrón” a viva voz. Me sonrío maliciosamente, Andrés se descojona mirando su vaso de cerveza del cual, inexplicablemente no se ha vertido ni una gota. Miro por el retrovisor y veo a mis cuatro amigos revueltos entre una maraña de sábanas de hospital, mientras Jesús se pelea con la camilla, que con el revuelo montado se le ha volcado encima. De repente empiezo a ver que uno de ellos se convulsiona. Los otros tres lo miran aterrorizados. Mierda… ¿qué le estará pasando?

Paro el motor e inmediatamente me bajo a abrir el portón trasero. Joder… era más grave de lo que pensaba. David está vomitando dentro de la ambulancia. Salen todos escopetados en plan “hombres de Harrelson”, mirándose los abrigos y buscando salpicaduras no deseadas.
En medio de todo el follón giro la cabeza y veo el culo de Andrés iluminado por el foco derecho de la ambulancia: decía que se orinaba como una persona mayor, y efectivamente, comienza a descargar los tres o cuatro litros de cerveza que llevaba en el cuerpo intentando apuntar sobre uno de los sumideros de la calle.

En medio de este cúmulo de incidencias que yo mismo había provocado, me encuentro con el hecho más sorprendentemente inesperado y extraño, que jamás me ha ocurrido en la vida:
Una pareja mayor, con un crío de siete u ocho años, dobla la esquina en dirección a nosotros, pisando la misma acera que mi amigo está “regando”. El hecho en sí, no me inquieta. Aún están lejos y Andrés ya lleva un buen rato a pleno chorro, así que le debe quedar poco. De cualquier manera, imagino que se darán la vuelta, o como mínimo, se cruzarán a la otra acera.
Observo la escena con atención, esperando alguna de las opciones. El tiempo se hace eterno ante semejante situación. Empiezo a tener la impresión de que mi amigo tiene la vejiga de un caballo porque sigue encharcando el suelo con igual o mayor intensidad y lo peor de todo es que el matrimonio debe estar ciego o siente una extraña, morbosa y escatológica curiosidad por las aguas menores de los adolescentes beodos. El caso es que llega un momento en el que el crío es literalmente salpicado por el torrente urinario de mi colega.
-Joder… ¡que me vas a mear al niño!
-Coño, pues que no se ponga en medio…
El trío sigue su camino sin apenas inmutarse, aunque él no deja de observar el resto del panorama: Pedro ha sacado las sábanas completamente manchadas, y comienza a sentir arcadas por el pestilente olor a vómitos que desprenden; David tose repetidamente, y escupe babosos e interminables hilos de saliva. Antonio se acerca a ayudar a Pedro mientras Jesús lo contempla todo fumándose un cigarro. Yo me echo al suelo detrás del coche para evitar que me reconozcan.

* * * * * * * * * *


…Ocho años después:

Hice bien en esconderme. Conozco al jefe de Santi y nunca me ha comentado nada. Qué poco objetivo es ese hombre: no llevábamos (afortunadamente) la sirena en marcha; el único que llevaba uniforme era yo, y para más INRI, el único que no hizo nada escandaloso. Por supuesto que me tenía en pie… ¡menuda noche me pasé limpiando las potas del David!
¿Quién sale a pasear con un crío a esas horas? Espero que no quedara traumatizado por la escena y/o la meada.

-Que no, Santiago, que no me lo creo. La gente es muy exagerada. Serían unos tíos que se habían disfrazado para carnaval…

 

 

(Los hechos narrados aquí son ficticios, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia)