Ya está bien de tocarse los...
Tendré que buscarme una maquinita de esas, que detienen el tiempo, para no abandonar durante tanto tiempo el blog... porque lo de ser padre y autónomo en verano, es agotador.
A la madre le viene bien, que es lo principal (paseos, piscinita...), pero a mí me falta tiempo para rascarme los huevos. Y un hombre que no se rasca sus partes, no es hombre.
Es la primera vez que veo una Eurocopa con un bebé tumbado sobre mis rodillas, y aunque el resultado final ha merecido la pena (¡campeoooooneeees!), tiene sus inconvenientes: los bebés lloran, hacen gestitos, se mueven, etc.
Básicamente requieren un poco de atención, o más bien mucha.
Y es que es curioso lo de los niños. Todo el mundo dice que "no traen manual de instrucciones", no obstante, cuando relato emocionado (todavía se me saltan las lágrimas recordándolo), que a los pocos minutos de nacer, se puso a comer instintivamente del pecho de su extenuada madre me sueltan aquello de "la Naturaleza es sabia"...
Joer... pues tan sabia no será, porque muchas veces la niña se pone borde, y no hay manera de saber lo que le pasa. Vale, comprendo que no van a nacer con la verborrea de Mr. Deditos, pero teniendo en cuenta que mi hija se mueve más que la compresa de una coja, podía ser un poco más expresiva cuando tenga alguna necesidad...
No sé... así en plan "el juego de las películas". Que intente mostrarnos con gestos si tiene hambre, calor, si se hace caca o está molesta por los gases. Que sienta un poquito de compasión por sus padres, que al fin y al cabo somos novatos.
O la mímica no es lo suyo, o nos está tomando el pelo descaradamente... aunque pensándolo mejor, que nos tome el pelo, no soy muy aficionado a los mimos.
Mismamente la semana pasada, estaba disfrutando del partido contra Rusia tumbado en el sofá, con las rodillas dobladas a 45º para acomodar la espalda de mi niña sobre ellas (le encanta tumbarse así), cuando empezó a retorcerse y a arquear la espalda mientras agitaba los bracitos cual Massiel harta de rebujito (mira, un pareado).
Es complicado estar pendiente a la vez, de la goleada a Rusia y de los aspavientos de un bebé, pero lo conseguí, al menos hasta que se tranquilizó (mi Inma, la "roja" seguía a lo suyo), y una vez quieta, comencé a sentir un exceso de humedad en los bajos...
- Cómo suda ésta niña, ¡vive el partido con más emoción que yo! - me dije.
¡Y tanto...! Todos esos nerviosos aspavientos que ejecutaba al más puro estilo break-dancer no eran por el partido (con la ilusión que me hacía), eran porque se estaba cagando generosa y literalmente en su padre.
Menos mal que no estaba mi suegra delante, porque seguro que me habría dicho aquello de que no sabemos poner pañales.
Lo cierto es que, oficialmente no sé ponerlos, al menos para ella. Lo de cambiar pañales lo dejo como Aznar el hablar en catalán, para la intimidad. Cuando mi mamá política está de visita, ese privilegio se lo reservo a ella, porque de todas formas seguirá pensando que no lo sé hacer bien...
Las suegras piensan que sus yernos sólo saben rascarse los huevos, y en cierto modo las comprendo. Sienten envidia. Lo primero que hace una suegra por la mañana es frotarse los ojos, ¿por qué? ¡Porque no puede rascarse los huevos! Cuando una suegra no puede dormir, no puede rascarse los huevos para calmarse y se pasa la noche en vela. No hay nada más placentero que tumbarse en el sofá con una cerveza fresquita en una mano mientras con la otra...
Somos una raza superior: habrá mujeres más inteligentes, más trabajadoras, más emprendedoras, pero nunca alcanzarán la plena satisfacción que provoca el poder rascarse ahí. El escalón más alto que una mujer puede alcanzar en la vida es cuando sus hijas se casan y pueden estudiar el comportamiento de sus yernos, y enriquecer su experiencia personal contrastando el comportamiento cotidiano de humanos de diferentes procedencias.
Lo de las rascaditas llevan años contemplándolo en sus maridos, pero hasta que no descubren que va implícito en la condición sexual, no comprenden lo lejos que están de la realización extrema del individuo.
Einstein estaba sobándose los cataplines cuando dedujo la la Teoría de la Relatividad.
Miguel Ángel se tiró cuatro años pintando la Capilla Sixtina, y cuando Julio II lo veía rascándose los mismísimos sabía que el resultado sería único.
¿Alguien podría decirme qué es lo que hacía Newton debajo de un árbol cuando cayó la manzana y formuló la Ley de la Gravedad?
No hay que ser muy listo para saber qué hacía Sócrates cuando dijo aquello de "sólo sé, que no se nada"...Por lo menos una de las manos la tendría ocupada, ¡seguro!
Algunos pensarán que los homosexuales son superdotados al tener más desarrollado el "lado femenino", pero difiero completamente: un gay que se sobe los cojones con propiedad, nunca dispondrá del instinto y las dotes de observación de una suegra, y el que llegue a tener la capacidad suegril necesaria, me temo que habrá perdido por completo la masculinidad necesaria para rascárselos con descaro... ¡eso es una ordinariez!
2 comentarios
c-tor -
Qué rapidez comentando, tío... tenía que editar un par de frases y cuando he tenido un rato para arreglarlo, ya habías aparecido.
A ver si me centro un poco, que la proximidad del periodo vacacional provoca mucho jaleo en mi gremio.
belushy -
Ya era hora que escribieras algo.