¡Gracias a todos! (I)
Va a hacer siete meses que nació mi Inma, y prometí a mis amigos "foreros" un agradecimiento especial por sus felicitaciones y apoyo.
Empecé a escribir ésto un mes después, y aún está sin terminar (el relato, obviamente) ya que, aparte de la falta de tiempo, no me está resultando demasiado sencillo describir un parto de manera digna pero con un mínimo de simpatía y humor, para que el resultado no sea un coñazo. Considero que la mejor forma de dar las gracias, es intentar describir cómo me sentía cuando empecé a recibir la lluvia de SMSs y llamadas de los amigos.
Prometo terminarlo pronto.
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El parto fué duro. Imagino que más o menos como todos. Pero lo realmente duro fue la espera. Mucha gente me ha contado que estuvo de parto seis horas y cosas por el estilo y yo pensaba que su mujer se había pasado todo ese tiempo gritando despatarrada en una camilla, con el marido al lado, sudando como un pollo (¿los pollos sudan?) y agarrando la mano de su esposa con cara de no saber qué hacer.
Pero lo cierto es que, por desconocimiento e ignorancia, mi idea de un parto largo era muy distinta a la realidad. Sin duda alguna se sufre mucho, pero de otra manera.
A mi señora la ingresaron un domingo 27 a las 17:30 con contracciones cada 7 ú 8 minutos, y desde ese momento nos tocó esperar pacientemente hasta que alcazara la dilatación adecuada.
En un principio la cosa no parece tan grave, pues alcanzado cierto punto y si la madre lo considera oportuno, le aplican la famosa epidural que evita que las contracciones sean dolorosas.
Visto así, el panorama parece muy alentador, con lo cual te tomas el evento con paciencia oriental, te armas de libros y mp3, y a esperar tranquilamente. Fácil ¿no?... ¡pues no!
Las seis horas que pasamos ingresados en la habitación de maternidad (sin epidural) se medio llevan con moderada tranquilidad, charlando, leyendo o viendo la tele.
Pero llegado el momento de ingresar en el paritorio, cuando se supone que empieza la acción, y cuando comienzas a pensar en cómo se dará, como será, cuanto pesará..., lo que empieza es la tortura.
A mí me abandonan a las doce de la noche, en un desértico y desangelado pasillo de hospital esperando un "ratito", mientras pasan a mi señora a una habitación de Maternidad para monitorizarla (enchufarla a una máquina para controlar las contracciones, pulso, tensión sanguinea...), que visto así, no parece tan grave... si no fuera porque no me dan ningún detalle. De hecho lo de la "monitorización" lo descubrí después, en ese momento sólo tenía que esperar "un ratito".
Cuando el ratito se empieza a convertir en quince minutos, es cuando no sabes muy bien que hacer: juegas a esos juegos cutres que trae el móvil, miras al techo, caminas de un lado a otro, te acuerdas de que en la tele de la habitación iban a poner el resúmen del partido (¡el Madrid estaba a punto de ganar la liga!), te palpas el bolsillo donde llevas el tabaco, con un suspiro de impotencia, intentas ver con tu "visión de rayos X" a través de los cristales translúcidos de las puertas del paritorio, y piensas.
Piensas muchas cosas.
No sabes si ya estará pariendo y se han olvidado de tí, si algo se está complicando y quieren evitar situaciones violentas con el padre, si la matrona está borracha e intentan disimularlo...
En esas situaciones poco puedes hacer para distraerte, aparte de pensar.
Recuerdas que te dejaste el libro y el mp3 en la habitación, pero no vuelves a por él, no sea que vengan a buscarte... sólo tardarán un ratito.
Se te pasa por la cabeza telefonear a alguien para que te sirva de apoyo, pero lo desechas: son las doce y media de la noche y no tienes ganas de preocupar a nadie... claro, que en Canarias son las once y media... no, déjalo.
Lo mejor es que seas positivo. Enfoca tu mente en algo práctico. Seguro que la rueda la inventó un marido esperando en un pasillo de hospital... y algunos años después, otro marido torturado (o el mismo de antes, vaya usted a saber), ¡inventó la silla de ruedas!
Sí, lo reconozco. En plena desesperación, me senté en la única silla que había en ese kilométrico pasillo (de ruedas, naturalmente) e hice carreras, equilibrios y todas las payasadas que se me pasaron por la cabeza.
Cuando me cansé de la silla, me acordé de que la noche podría ser larga y decidí sacar un café de máquina. La única puerta abierta del pasillo, era la de un cuartito que disponía de un amplio surtido de máquinas expendedoras (lo descubrí echando carreras con la silla), así que eché mano de un café sólo. Me encanta el café solo. Caliente, amargo, fuerte, escaso...
Para mí desgracia, se ve que los domingos no trabaja el que repone el café de la máquina, y que los cafés de ésta, salen "dulces" por defecto. Afortunadamente, no los sirve fríos.
¡Acojonante! Por 60 céntimos de €uro tengo en mis manos un vaso de dulces meados de camello, que encima me está abrasando los dedos... ¡¡¿Dónde cojones tiro ésto?!!
Entonces te das cuenta de por qué te abandonan en un solitario pasillo, sin libro, sin música, sin café... ¡lo hacen para que te hagas partícipe del sufrimiento la futura mamá! Está claro que alguien estará observándote, y que evaluará tu comportamiento para ver si eres un padre responsable.
¡Mierda!, ¡no debí jugar con la silla de ruedas!
-Señor Cetor, ya puede pasar, su mujer le espera.
-¡¡¡¿Ya ha parido?!!!
-Noooo... la hemos monitorizado.
(continuará)
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