Aventuras y desventuras del propietario de un solar
solar: Porción de terreno donde se ha edificado o que se destina a edificar en él:
En los pueblos es común (hace unos años, al menos lo era) tener un solar. Como sea... grande, pequeño, cuadrado, alargado....
Es una vieja costumbre que se va perdiendo con los años.
Hace 20 años o más, el que estudiaba dejaba a sus padres sin un duro (más o menos como ahora) y el que trabajaba, empezaba a hacerlo de muchacho, de aprendiz arrimarripios, en cuanto cumplía los catorce.
Inmediatamente los padres te abrían tu cuenta en la Caja, nada de bancos, la Caja de toá la vida de Dios. Donde trabaja Cándido, con lo bien que se portó con tu padre con la hipoteca...
Y llega lo del solar.
Los padres -que no paran de pensar en el futuro de sus hijos-, se enteran de que Ruperto necesita dineros y está dispuesto a vender su solar de 300 metros con 14 de fachada por cien mil duros. Sí, sí, el que hay al lado del taller... ¡para cuando te hagas casa!
En la cartilla tienes de sobra para comprarlo, ya lo tengo medio apalabrao...
Y de buenas a primeras, sin comerlo ni beberlo, te das cuenta de que, con tan sólo 17 años... ¡eres promotor inmobiliario! Tienes un terrenito a tomar por culo del centro, cuando tu lo que estabas pensando era en comprarte una moto... pero en fín, lo han hecho por tu bien.
Mi caso no se diferencia mucho a ese, pero lo cierto es que nunca llegué a hacerme casa, y el solar está ahí, criando arbustos.
Al principio eran pequeñitos, se secaban en invierno, para renacer vigorosos en primavera.
Pero de unos años para acá, los arbustos se han convertido en una especie de espesa selva tropical que alcanza los cuatro metros de altura.
De hecho hace varios años que no he visto la pared del fondo... estoy pensando en comprar un machete y adentrarme en las profundidades de mi propiedad, pero total, ¿para qué?
Y es aquí dónde comienzan el problema que me lleva a retomar mi blog. Resulta que lindando con mi preciado solar hay una casa con cuatro viviendas, y "mis" árboles hacen sombra en la terraza de mis vecinos.
Hace unos días acudieron a buscarme al trabajo para explicarme el problema, y les dije que no se preocuparan, que podaran las ramas invasoras sin miramientos, que yo no era aficionado a la jardinería y no me molestaba en absoluto.
En cambio, ellos se empeñan en que YO los tale y envene el tronco para que no vuelvan a salir (¡y una mierda!, me tiro un día entero tragando hojas y no acabo) o que, en su defecto, YO contrate a un especialista corriendo YO con los gastos.
Como a mí los arbustos no me estorban lo más mínimo, no estoy dispuesto a ello. Así que los invité amablemente a que me dejaran trabajar tranquilo y que fueran a informarse sobre quién era el que tenía que ocuparse de dicha labor, y al paso, que preguntaran si la tapia de SU terraza no debería tener una altura por ley de 1,85 metros, cosa que impediría la invasión de su espacio por mis preciados arbolitos.
Así quedó el tema, al menos hasta hoy:
Resulta que (al menos eso creo yo) a mis vecinos se les ha ocurrido que lo mejor es presionar al invasor. Así que, han tomado la cruel decisión de aparcar su vehículo en la portada de carga y descarga de nuestro pequeño negocio de carpintería, e irse después a pié hasta su casa.
Con la llegada del verano, procuramos encargar las mercancías con antelación, para evitar retrasos vacacionales, con lo cual no esperamos recibir ningún reparto en días. Así que realmente, el coche no estorba. Pero mi vengativo vecino imagino que desconoce ese pequeño detalle, como también habrá olvidado que en esa acera da el sol toda la tarde, e imagino que no sabrá que en el taller hay polvo en suspensión que obviamente sale levitando suavemente hacia el exterior por la única puerta abierta, que mira tú que cosas, es la de carga y descarga. De hecho, ni siquiera nosotros aparcamos en la portada para evitar que el polvo se pegue en el parabrisas, porque luego no se ve un carajo.
El tema está en que, sería un buen detalle por mi parte, advertirle sobre ello (vive a la vuelta, en una calle en la que no da el sol), pero me surgen varias dudas: ¿Pensará que nos ha molestado gravemente su gesto, o que es una sincera advertencia de un buen conciudadano? ¿mañana volverá a hacer lo mismo? ¿se le picará el salpicadero con tanto sol? ¿se pegará un leñazo al tener el cristal rebozado de serrín?
Una solución sería contratar el Vado Permanente, que siendo más barato que pagar a un leñador, tampoco es que nos haga mucha falta, pues sobra aparcamiento (en la sombra) porque la calle es amplia y por aquí hay muchas casonas antiguas, y solares, varios solares...
0 comentarios